Si a alguien se le debe llamar de usted en esto del cine es al señor Clint Eastwood. No merece menos un director que, además de brillante en su factura, carga a sus espaldas con más de treinta películas dirigidas en cuarenta años. La media es abrumadora, qué duda cabe. Y si nos referimos a su labor como intérprete la cifra de películas se dobla desde que debutase allá por mitad de los años cincuenta.
Bien es sabido el exquisito gusto musical de Eastwood. No en vano ha conseguido más de una y de dos nominaciones en los Golden Globes por la enorme calidad de la música que desborda su filmografía. Nunca lo ha ganado, ni falta que le hace: no toda la belleza se mide en premios.
La última de estas nominaciones fue para la melodía que el pequeño artista inglés (de tamaño, no de calidad) Jamie Cullum grabó para la bella Gran Torino (2008) y compuso a medias junto a Kyle Eastwood, hijo mayor de Clint. Perdón: Mr. Clint.