Hace casi tres años tuve la inmensa fortuna de tener como profesor de guión y dirección durante una semana al mismísimo Miloš Forman. Imaginaos mi gesto boquiabierto, con los ojos como platos y sin dar crédito a lo que tenía ante mí. El pegajoso calor malagueño intentó distraerme alguna que otra vez pero sus intentos fueron en vano. Y todo con la grata compañía de mis queridísimos Xavi, Núria, Vincenzo e Israel que me hicieron pasar unos días realmente entrañables.

Miloš me ganó durante mis años de instituto con películas como One flew over the cuckoo’s nest, Ragtime, Man on the moon o The People vs. Larry Flint. Y sin embargo todavía me quedaba por descubrir la que aún sigo creyendo es su mayor obra: Amadeus (1984), una descripción de Mozart a medio camino entre realidad y ficción contada desde el punto de vista de su ‘supuesto’ enemigo Antonio Salieri. Ambos personajes fueron brillantemente encarnados por Tom Hulce (como el dios Mozart) y F. Murray Abraham (como el diabólico Salieri), quien lleva el hilo narrativo del filme.

Pero todavía falta un tercer personaje para equilibrar esta historia y no puede ser otro que la Música. Con mayúsculas, claro, que para eso estamos hablando de Mozart. Hay veces que el cine y la música deciden casarse por todo lo alto, sin contemplaciones de ningún tipo. La obra maestra está garantizada si es Forman quien preside la ceremonia.

Mejor será que no le quites ojo (ni oído) a esta secuencia orgásmica de principio a fin. Enterita y hasta el fondo.