Origen de un chiste

– Cariño, tengo que decirte algo.

– Dime.

– No estoy del todo de acuerdo con que te folles al pregonero.

– ¿Y eso?

– Pues que no me gusta que lo vaya cantando por ahí a los cuatro vientos.

– Bueno, es que es su oficio.

–  Ya, pero la gente..

– ¡La gente, la gente!

– Que esto es muy chico, mujer.

– Pero bueno ¿desde cuándo te importa a ti lo que piense la gente? Si él me quiere y yo a ti no ¿qué hay de malo?

–  Es que si tú me has puesto los cuernos, lo más normal es que yo tenga que cometer una locura.

– Yo pensaba que había quedado claro que no tenemos que hacer el trío si tú no quieres.

– No te estoy hablando de eso. Además ya sabes que no me gusta cómo huele.

– Él no tiene la culpa de ser francés. A ver, dime ¿qué quieres hacer entonces?

– No sé, matarlo si eso.

– Mañana no puede, tiene médico.

– Pues pasao.

– ¿Y qué le digo al niño si me pregunta?

–  ¿Es que también lo sabe el puto crío?

– Hombre, tonto no es. Ya verás cuando le tenga que explicar que su padre quiere matar al pregonero sin razón.

– ¿A qué te refieres?

– Pues que está en una edad muy mala y se le ocurre cada cosa..

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