No suelo hablar de teatro en este blog. Y no por desconocimiento o desgana, sino más bien por respeto. Confieso que le tengo demasiado.
El teatro es mi asignatura pendiente como escribidor. He de reconocer que la idea de enfrentarme a un texto para el gran escenario del contacto directo me provoca excesivo pánico e incertidumbre a día de hoy. Pero también es cierto que dichos elementos son precisamente los que más me enganchan a la hora de enfrentarme al desarrollo de un nuevo proyecto. Así que todo es cuestión de tiempo y falta de inconsciencia, créanme.
De momento he comenzado a escribir un segundo guión de largometraje titulado de forma provisional como La tercera. De manera casi simultánea intento cerrar la cuarta versión del guión de Relleno (mi primer proyecto de largometraje) y escribir múltiples perfiles de personajes para Entre Vistas (un proyecto de documental de ficción en el que llevo trabajando unos tres meses).
A lo que iba: el teatro. Me mata. Es el súmmum del subtexto. O como me gusta decir, la madre del cordero. Ninguna experiencia audiovisual es superior ni medible a la espectacularidad y la verdad intrínsecas al vivo instante del escenario y la quietud de la butaca.
Durante mi etapa barcelonesa tomé por costumbre invitar al teatro a todos aquellos amigos y familiares que subían a visitarme durante unos días. Qué menos. Casi nadie pudo escaparse. Guardo muchas obras en mi recuerdo, la mayoría brillantes o al menos entretenidas e interesantes, pero ninguna a la altura y la autenticidad de Las listas, un bofetón bien dado por el argentino Julio Wallovits (uno de los directores de esa genialidad llamada Smoking Room) al ego del artista y al concepto democratizado que la sociedad tiene del arte.
Mi buen amigo y hermano Eduardo Heredia puede dar buena fe de cuánto gozamos en aquella primerísima fila de un semi-vacío Teatre Poliorama viendo al todopoderoso animal Francesc Garrido zamparse despiadadamente a mordiscos la piel de su personaje frente a un no menos convincente Ariel Casas. Desconozco si esta delicia llegó a salir de los teatros de Barcelona, pero si no lo hizo fue una auténtica pena.
La sensación de estar presenciando algo único e irrepetible sólo puede darse en el teatro. Y es que por mil veces que se repita una obra, cada función es ligeramente distinta a la anterior y a la siguiente. Esta certeza de disfrute exclusivo pertenece al teatro, más aún cuando en sus tablas tienen lugar obras tan redondas como Las listas, de la cual os dejo a continuación un trailer. También deseo compartir con vosotros una entrevista al director de semejante obra. Atentos porque no tiene el mínimo desperdicio.