Hay una frase que dice que ‘todos los políticos son iguales’. Lleva años cogiendo fuerza y de tanto oírla ha sido adoptada por gran parte de la sociedad española como una verdad casi suprema.
Yo no estoy de acuerdo con dicha afirmación. O mejor dicho, no quiero estarlo porque no se puede confundir jamás al individuo con la masa o, en este caso, al político con la ‘clase política’. Lo que sí está claro es que hablar de nuestra ‘clase política’ significa contradecirse porque –one more time– el término engaña: ni tiene clase ni mucho menos ejerce la política. Dentro del amplio pero estrecho abanico de ideales de la ‘clase política’ uno siempre puede sorprenderse con algún que otro individuo. Después aparecen las siglas y se les va toda la fuerza por la boca.
Los políticos en España son como los guionistas de Lost: desde el principio, ellos saben que nos la van a meter doblada, luego nos marean un rato para que discutamos con temas que no vienen al caso y al final consiguen forrarse a nuestra costa después de -efectivamente- metérnosla doblada. Lo peor es que en lugar de reconocer que nos la han metido más doblada que Massiel en una despedida de soltera, nos excusamos diciendo que ‘en realidad, nos hemos dejado engañar’. Estamos donde estamos y todo vale con tal de no reconocer más incompetencia que la ajena.
A lo que iba: hace poco más de tres semanas un tipo decente usó su turno de palabra en el Parlamento Europeo para pronunciar (convencido) el discurso más honesto, responsable, sincero y autocrítico que se ha hecho hasta ahora sobre el magnífico negocio que significa la crisis para los Estados miembros de ese estupendísimo centro comercial llamado Unión Europea. Sus palabras son, a mi juicio, de las más dignas e importantes que se han podido escuchar en la historia de la política europea (que por lo visto se ve que hay una).
Por favor, dale al play, míralo y escúchalo con atención y cuando acabe, hazte la siguiente pregunta: ¿te imaginas a un político español hablando con semejante franqueza? Yo no, y por eso me pongo de pie cada vez que escucho este discurso. Y eso que yo no soy mucho de levantarme..
llevas razón no se puede catalogar a todo el mundo igual, siempre hay excepciones en todo, y todabia hay que creer en las personas, un besazo
It’s complicated
Me resulta fascinante que todavía existan personas con ilusión y fuerza en su discurso para intentar conseguir una mejora en la sociedad. Aunque por otro lado lo que más me preocupa es la mirada de todos los observadores que rodean al señor Daniel Cohn-Bendit, me da a mi que tienen el ego demasiado alto como para reconocer la hipocresía.