Linklater la ha vuelto a liar cosiendo retazos de una vida que tal vez podría ser la suya, pero que a buen seguro es la de todos nosotros. Y la pone ahí, en una pantalla con toda su buena-mala baba, a caso hecho, queriendo hacer daño con la sonrisa tímida de Mason.
El álbum de fotos toma vida propia dando inicio a la era del álbum de vídeo. Y la vida se hizo cine. O todo lo contrario. Sin querer queriendo.
Boyhood: conmigo vas, contigo voy.