Qué gustazo cuando las productoras respetan el trabajo de los directores. Qué placer cuando una película no intenta conciliar, gustar ni acaparar a todo el público por igual. Qué lujo lo que no debería ser lujo, sino norma.
Qué cosa tan rica La isla mínima. Y qué putada que un trabajo tan bien cuidado sólo sea un archipiélago en mitad de un océano de despropósitos.