Todos tenemos nuestros vicios. Yo, como mínimo, tengo 999. Tantos como películas «coleccionadas». Coleccionadas entre comillas porque no acumulo por acumular sino con la esperanza puesta en el más allá. Y cuando digo más allá me refiero, evidentemente, al ÚNICO más allá que existe: el de la descendencia.
Confieso que voy acumulando material pensando en que alguno de mis hijos (o de mis nietas o cualquier otro individuo que vaya trepando a las ramas del árbol genealógico) pueda crecer tocando, disfrutando y valorando esta cosa inagotable e inspiradora llamada CINE. Porque a iluso, soñador y gilipollas no me gana nadie.
El caso es que he llegado a la curiosa cifra de 999 películas. Habría llegado a 1000 si me hubieran devuelto al menos una de las pocas películas que, estúpido de mí, presté en su día a gente que todavía no ha tenido la decencia de regresarme lo prestado.
He llegado a la conclusión de que no quiero comprar la película número 1000. Ya sé que sólo es un número estúpido, pero de repente siento vértigo. Así que he decidido que la película número 1000 ME LE VÁIS A REGALAR VOSOTROS.
Unos pensaréis «espérate sentado, no pienso comprarte nada». Agradezco el gesto y la falta de empatía. Otros pensaréis «joder, pero qué le regalo a quien tiene tantas películas, seguro que le compro una y ya la tiene». Os aseguro que me faltan miles y, si no queréis preguntarme, siempre queda la maravillosa opción de sorprenderme. Entre libros y rosas, prefiero DVDs.
Dadme un vicio más y os ganaréis el cielo*
* Un abrazo pegajoso de los míos.