Mucha gente lee el periódico empezando por el final, desde atrás hacia delante. La prima de riesgo, el rescate, la recesión y la madre que nos parió. Palabras y más palabras que significan mucho pero nos dicen muy poco. El personal está cansado de ver portadas con titulares escritos en un idioma distinto al que se habla en la calle, así que el español común echa una breve ojeada a la parrilla de la tele y pasa por los eventos culturales de puntillas antes de meterse de lleno en los deportes. El resto de información lo tiene crudo porque ya no queda más café y hay que irse al trabajo o a la caza del mismo. No hay paciencia ni motivos para tenerla.
Semanas atrás cerraba Público, que no era solo el periódico de un tal Roures sino el de un montón de trabajadores que viven por y para el periodismo. El cierre de un medio nunca puede ser una buena noticia para las libertades de expresión y pensamiento de un país que no está precisamente para ir derrochando libertades y aún menos puestos de trabajo. Por lo que parece se va a la calle el 84 % de la plantilla o lo que es más significativo: unas 134 personas. Dramático es poco.
Los trabajadores de Público (teóricamente el periódico más alineado a la izquierda) se encontraban en una situación laboral precaria con contratos basura, sufriendo las mismas prácticas capitalistas que atacaban desde la misma línea editorial donde también criticaban la nueva reforma laboral, esa que precisamente se ha vuelto contra ellos. Periodismo combativo con causa. Otra prueba de cómo la derecha se apodera de todo, incluidos los métodos empresariales de sus supuestos rivales.
El periodista se enfrenta actualmente a una fuerte presión para alcanzar unas ventas que además de mantener a flote la empresa generen beneficios en un mercado (el de los medios de comunicación) que levanta tantas suspicacias. El acceso casi instantáneo a la información a través de internet y sus redes sociales han puesto en jaque la información en papel, que ha perdido su función básica de inmediatez.
Nada de esto debería poner en riesgo los códigos básicos del periodista, pero visto como está el patio son muchos los que han tomado la vía rápida de alinearse claramente bajo un signo político hasta ejercer de portavoces y agitadores. A juzgar por los resultados parece que funciona, pero en la información el fin no justifica a los medios.
El diario La Razón fue de los primeros en revitalizar la portada como reclamo hacia un sector muy posicionado políticamente a la derecha. Había que meterse dentro del encorsetado panorama mediático y esa era una forma. Discutible teniendo en cuenta que sus formas estaban más basadas en el ataque frontal que en el análisis crítico. Luego llegó Público para ganarse al lector más joven y progresista. También lo logró usando en sus portadas la misma técnica que La Razón pero con mucha menos mala baba. Finalmente llegó La Gaceta a repartir hostias como panes buscando su sitio en el chiringuito.
Ahora es otro medio tan tradicional y conservador como el ABC quien está en boca de todos por el mal uso de sus portadas, donde sin ir más lejos la semana pasada afirmaban que los altercados causados por unos manifestantes en Barcelona estaban directamente orquestados por el PSOE.
Resulta curioso que los diarios saquen en portada a un banco quemado por personas y no a las personas quemadas por los bancos. Los periódicos deberían estar del lado de la gente y no del de los gobernantes de turno. Porque los primeros son sus lectores y a los segundos no se les debe nada. O a lo mejor sí y ese es el problema.
Si se trataba de llamar la atención del lector en el kiosco lo han conseguido, pero no estoy seguro si ha sido con las formas correctas. A lo mejor alguien debería parar todo esto antes que los medios de comunicación se conviertan en panfletos de trinchera si es que no lo son ya. Antes se miraban con disimulo las portadas de las revistas de las tetas al aire, ahora da más vergüenza mirar con el rabillo del ojo algunas de las portadas de los diarios que supuestamente se venden como serios. Quiero pensar que todo El Mundo sabe que en El País de La Razón, La Gaceta es el ABC de la mentira.
Muy buena reflexión Juanjo, tienes toda La Razón: alguien debería parar esto.